sábado, 10 de diciembre de 2016

UNA CAMISA COLGADA DE UNA SILLA

Estamos hechos de huecos, de pequeños vacíos. Lo notamos cuando nos reunimos con amigos que hace tiempo que no hemos visto y nos damos cuenta de cuánto los habíamos echado de menos y de cómo su presencia (y sus risas y su forma de abrazarnos y de entender el mundo) rellena un hueco que no habíamos advertido. Lo notamos cuando cantamos en un coro y una emoción desconocida nos inunda el pecho (y los ojos). Cuando recuperamos un sabor o un paisaje o una foto de nuestra infancia y el puzle caprichoso de nuestra historia se enriquece con una pieza más que no sabíamos que faltaba. Lo notamos, también, cuando leemos poemas como este: palabras que nos cubren la espalda hasta que dejamos de esperar y nos entregamos con la piel desnuda. 




Mi corazón nació desnudo
y fue envuelto en canciones de cuna.
Más tarde, ya solo, llevó
poemas por ropa.
A modo de camisa
cubrían mi espalda
los poemas que había leído.

Así viví durante medio siglo
hasta que nos encontramos y no hubo necesidad de palabras.

Por la camisa colgada en el respaldo de la silla
sé esta noche
cuántos años
de aprender de memoria
te he esperado.






A los treinta años, John Berger (1926) decidió abandonar su carrera como pintor para dedicarse a escribir, no porque dudara de su talento sino porque consideraba que era la mejor manera de posicionarse en relación a las injusticias sociales del mundo de la Guerra Fría. Ha publicado ensayos, novelas, poesía y críticas de arte en multitud de medios de comunicación y ha sabido dar voz a distintas causas, entre ellas la destrucción del mundo rural y los estragos que provoca la avaricia capitalista en el mundo occidental. 



sábado, 3 de diciembre de 2016

VARIOS SEGUNDOS AL DÍA

Llevamos dentro todas nuestras edades. Nuestra infancia cuando nos hacen cosquillas o al comer nuestro helado favorito, la adolescencia cuando nos enfadamos con los padres o nos juramos amistad eterna, juventud cuando salimos con amigos, madurez cuando somos felices con poco y superamos catástrofes con entereza, vejez cuando logramos distanciarnos de la inmediatez de las cosas y brilla en nuestras palabras un atisbo de sabiduría. Somos lo que hemos sido y parte de lo que algún día seremos. Y todo ello vive ahí, mezclado en nuestros gestos y en los poemas que compartimos. Como éste. 



Varios segundos al día
por tus ojos cruza un niño

te ríes con la insolencia 
de los diecisiete años

cuando te tumbas escucho
el crujir de tu esqueleto

esta tarea me impongo: 
estar atenta a tus edades
para vivir lo que no me permite
la lógica ley del tiempo.





Ana Pérez Cañamares (1968) ha publicado seis poemarios, un libro de aforismos y otro de relatos. El título de su último libro (De regreso a nosotros), al que pertenece nuestro poema de hoy, proviene de una frase de Saint-Exupéry que define muy bien el contenido de los poemas: "Tal vez el amor sea el proceso por el cual yo te conduzca delicadamente de regreso a ti mismo". 



sábado, 26 de noviembre de 2016

MI CASA Y MI CORAZÓN

Yo no conocía la historia ni la poesía de Marcos Ana hasta que Óscar me habló de él como posible candidato a nuestros poemas de los sábados. Estaba en la lista de pendientes y hoy lo traemos al blog como nuestro pequeño homenaje a un poeta de una calidad extraordinaria que abandona noventa y cinco años de vida convulsa y a quien imaginamos feliz al finalizar su encierro; cuando por fin tuvo casa y liberó su corazón.

Este poema es un canto a la libertad. ¡Qué esperar de quien careció de ella durante tantos años! Este poema resume una filosofía de vida que también nosotros aplicamos: la casa abierta –como el mar– para dejar entrar el sol, el aire, el día y la noche, la luna, los pájaros y los amigos. 


(sueño de libertad) 
Si salgo un día a la vida
mi casa no tendrá llaves:
siempre abierta, como el mar,
el sol y el aire.
  

Que entren la noche y el día, 
y la lluvia azul, la tarde,
el rojo pan de la aurora;
La luna, mi dulce amante.
  
Que la amistad no detenga
sus pasos en mis umbrales,
ni la golondrina el vuelo,
ni el amor sus labios. Nadie.
  
Mi casa y mi corazón
nunca cerrados: que pasen
los pájaros, los amigos,
el sol y el aire. 






Marcos Ana (1920-2016) se llamaba Fernando Macarro Castillo. Fue capturado por las tropas franquistas al final de la guerra civil y condenado a muerte por tres presuntos asesinatos en 1936 y 1937, asesinatos por los que ya habían sido fusilados varios presos antes. Se le conmutó la pena por 30 años de prisión. Durante sus años de cautiverio, adoptó el seudónimo de Marcos Ana, formado por los nombres de sus padres, y escribió una serie de poemas que encontraron eco en la opinión pública internacional y se alzaron voces como la de Pablo Neruda o Rafael Alberti pidiendo su liberación. Tras 23 años de prisión, se convirtió en el preso político que pasó más tiempo en las cárceles de la dictadura franquista. Desde su liberación en 1961 hasta su muerte, hace apenas dos días, no dejó de defender la amnistía de los presos políticos y el diálogo como única forma de alcanzar la paz y la justicia social. 


sábado, 19 de noviembre de 2016

LAS HOJAS MUERTAS

Es un privilegio vivir rodeados de árboles. Miramos por la ventanas: árboles. Salimos a trabajar: árboles. Árboles de hoja perenne que tienden sus hojas al cielo, desafiando el frío. Árboles de hoja caduca que tienden sus hojas al agua del estanque y al suelo de las avenidas, coloreando el otoño. Y de esto va el poema de hoy, de otoño, de hojas que caen, de una estación que se nos mete en la sensibilidad de mil formas, como recuerdo, como calor, como compañía. 





Igual que me sostiene
la tibia sensación de estar cayendo
por la ladera dulce del otoño
de mi vida, y acaricio
despacio –como vuelan las hojas-
mi cuerpo que ya lleva
el olor de la tarde,
así cae este poema
en el papel dorado de tu carne
y así –voluptuosa-
su letra breve te acompaña.





Ángeles Mora (1952) acaba de recibir el Premio Nacional de Poesía 2016 por su último libro y nos parecía que traerla a este blog era inevitable. Enhorabuena, Ángeles, por tu literatura emotiva y sencilla que nos conmueve y nos abriga en el frío de este otoño que a veces parece invierno. 


sábado, 12 de noviembre de 2016

SU CUERPO

¿Qué decir sobre esto?
Ante ciertas imágenes nos quedamos sin palabras.
Y cualquier charla está de más.



Permaneció de pie junto a la puerta,
vestida solo con una toalla
ceñida al cuerpo. Me miraba como
si quisiera que yo la devorase,
y eso acabó con mi resaca: el día
no podía empezar mejor. Me dijo:
“Me gustas mucho”. “¿Hasta qué punto?”, dije.

“Hasta este punto”, dijo, y la toalla
cayó al suelo. Y la charla terminó.







Luis Alberto de Cuenca (1950) es poeta, ensayista, traductor, editor y hasta letrista. Su nombre aparece en muchas ediciones críticas de obras clásicas de la literatura española y en 2015 obtuvo el Premio Nacional de Poesía por su libro Cuaderno de vacaciones. Todo en su aspecto y maneras apunta a un señor bien serio. Seriedad en la corbata y en el gesto. Por eso no hemos podido resistirnos a sacarle los colores y difuminar su seriedad con esta travesura de su último libro.


sábado, 5 de noviembre de 2016

SONETO QUE CONTIENE UNA FANTASÍA CONTENTA CON AMOR DECENTE

Habrá quien lea sonetos como este y los sienta serios y trascendentes, traspasados por esa dignidad añeja que dan las cosas escritas hace unos cuantos siglos y de obligada lectura y enseñanza. Sin embargo, nosotros leemos a nuestra querida Juana y, por muy sor que se nos presente, la escuchamos burlarse con una agudeza irresistible de esos amores lisonjeros que mucho prometen y poco dan, la escuchamos con música alegre, un poco rumbosa, decirle a esa ilusión que qué más da lo que haga o deje de hacer: ella solita se basta y se sobra para imaginar amor y vivir de su fantasía. 





Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias atractivo
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero,
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes satisfecho
de que triunfa de mí tu tiranía;
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.





Juana Inés de la Cruz (1651-1695), recibe el tratamiento de "sor" porque quiso la fortuna –ella misma y su inteligencia– entrar en una orden monástica para seguir instruyéndose. Es el ejemplo más famoso y universal de una brillantísima mente femenina que aceptó el rol de monja para evitar el lugar y los roles que le habría tocado vivir en la sociedad de su momento –el cuidado de la familia y la crianza de los niños–. La Iglesia acogió así a una de las mejores poetas en lengua castellana de todos los tiempos y nos regaló la suerte de haber conservado sus textos, sin los cuales la historia de la mujer y la historia cultural mexicana se entenderían probablemente de otra manera, menos rica, menos completa, menos romántica.



sábado, 22 de octubre de 2016

SEGUNDOS DE ETERNIDAD

Capturar un instante. Como un haiku pero desarrollado en el tiempo, un haiku en movimiento y lleno de esas emociones que nos dan vida, calor y sentido. Todo concentrado, de repente, en un instante en el que todo cabe: una mirada, una vida entera, o quizá nada más que una despedida sin palabras. 
La poesía de Karmelo C. Iribarren nos emociona por su forma contenida de sugerir verdades importantes. Y por su sencillez a la hora de escribir poemas como este, como si se sacara del bolsillo una piedra vulgar de la calle y al pasar por sus palabras nos pareciera de repente una joya para lucir en una fiesta. 



Para Samuel Alonso Omeñaca

Faltan unos segundos
para que el taxi
arranque
                 y se la lleve
a través de las calles
de esta ciudad
-quieta y silenciosa
en la madrugada- para siempre.
Unos segundos apenas
que los dos aprovechamos
-no sé con qué fin, no puede haberlo,
solo hemos intercambiado unas palabras-
para mirarnos y decirnos todo
lo que quizás nos hubiésemos dicho
a lo largo de una vida.
                                      Una vida
entera ahí, en una mirada
que sólo puede durar
unos segundos:
lo que duran a veces
los momentos
que la iluminan de verdad.






Karmelo C. Iribarren (1959, San Sebastián) es uno de esos poetas que recomendaríamos a cualquiera que piense que la poesía tiene que ser difícil o alejada de la realidad. Es el poeta de lo cotidiano, de lo pequeño, de las verdades que surgen como iluminaciones en la soledad de un bar a las tres de la mañana. Sus poemas parecen escritos en el dorso de una servilleta de papel, impulsados por un estímulo, una sensación cualquiera, un recuerdo, y garabateados de un tirón. Quizá sea uno de los poetas que más influencia ha tenido en el boom de la poesía de la experiencia que llena las salas de recitales con música y las baldas de poesía en las librerías con sangre nueva.

sábado, 15 de octubre de 2016

SIGUIENTE VITALIDAD


¿Qué hacer ante una catástrofe como la de Chernóbil? ¿Qué hacer, aparte de huir, separarte de tu vida cotidiana y tratar de escapar inútilmente de aquello que ya se te ha instalado dentro? La premio Nobel Svetlana Alexiévich escribió un libro inmenso con testimonios de gente que sobrevivió a la catástrofe. Y hemos encontrado un poema de su compatriota, Natalia Litvinova, que nos parece bello y desolador, un poco como aquellos testimonios. Un poema para fijar la memoria. Para quitarles la nieve de encima a esas flores que palidecen y convertirlas en palabras que las hagan florecer de verdad. 





Nuestros hombres comienzan a extinguirse,
nadie sabe por qué las mujeres resisten más.
Mi padre llora al sacrificar a un animal
mientras mi madre cambia el empapelado de las paredes.
No nos dejan exponernos al sol, empalidecemos
como flores que crecen bajo la nieve.
Huimos al bosque, lejos de este edificio,
yo con mi blusa infantil y mi hermano con su remera lisa.
Qué ganas de volver al lugar donde nacimos
y correr con los brazos extendidos,
limpiar el aire como uno de esos aviones
que arrojan espuma
sobre el sarcófago humeante.




Natalia Litvinova, poeta y traductora, nació en Bielorrusia el año de Chernóbil, el año en que su país natal se volvió tristemente famoso, protagonista de todos los telediarios. Su castellano está veteado de palabras argentinas que se desprenden del Buenos Aires donde reside. Y su poesía habla de la tierra que dejamos, de lo que queda atrás y con lo que se sueña en el exilio. De ese lugar perdido en el mapa y en la tierra que convertimos en hogar interior para que no termine nunca de desaparecer. 

sábado, 8 de octubre de 2016

A LA NOCHE. SONETO CXXXVII


Hace tres semanas comentamos e interpretamos en este blog un poema de José Hierro que hablaba de Lope de Vega y de su tardía pasión por Marta de Nevares. Hoy traemos al mismo Lope, su voz joven y apasionada, con este soneto dedicado a la noche. Una noche llena de embelecos, hermosa palabra donde las haya, esos engaños malintencionados que juegan a nublarnos la razón y hacernos creer en cosas que no son. Una noche que recoge los mejores amores y las más profundas soledades. Una noche que se lleva, lo queramos o no, la mitad de la vida. 





Noche fabricadora de embelecos,
loca, imaginativa, quimerista,
que muestras al que en ti su bien conquista
los montes llanos y los mares secos;

habitadora de celebros huecos,
mecánica, filósofa, alquimista,
encubridora vil, lince sin vista,
espantadiza de tus mismos ecos;

la sombra, el miedo, el mal se te atribuya,
solícita, poeta, enferma, fría,
manos del bravo y pies del fugitivo.

Que vele o duerma, media vida es tuya:
si velo, te lo pago con el día,
y si duermo no siento lo que vivo.




Félix Lope de Vega y Carpio (1562-1635) es, sin duda, uno de los maestros de la literatura de todos los tiempos. De la Literatura con mayúsculas, nos atreveríamos a decir, porque es superviviente de siglos y de cientos de miles de obras y autores y autoras que se quedaron en el camino de la universalidad. Porque un poema o una obra de teatro suya tienen la actualidad de todo lo universal, que se termina convirtiendo anacrónico. A pesar de ser mucho más conocido por su teatro o por otros de sus poemas, elegimos este soneto cuyo tema no es el amor o la muerte y aun así nos hace sentir en casa. Porque la literatura, la buena literatura, siempre es el más hermoso de los refugios.

sábado, 1 de octubre de 2016

EN LA CENIZA ESCRIBO

Un haiku es un poema japonés de 17 sílabas, divididas en tres versos. 17 sílabas para capturar un momento, una sensación, una franja oblicua de luz prendida de minúsculas partículas de polvo, el primer copo de nieve en la palma extendida de un niño. 17 sílabas para retratar la fugacidad de la vida. Y su belleza.




Súbitamente, el agua
se nos va de las manos
fluyendo: "fluuy...flu...

Caen hojas del gingko
y del cerezo caen;
nos mudamos de sitio. 

Pasado el luto,
¡cuántos mares traen niebla
a cuántos mundos!

En la ceniza escribo
un nombre de mujer
al calor del brasero. 








Si a un japonés cualquiera le preguntaran por nombres de escritores, uno de los primeros que le vendrían a la mente sería el de Ryunosuke Akutagawa (1892-1927). Quizá porque el premio literario más prestigioso de Japón lleva su nombre. O porque alguna vez leyó en la escuela alguno de sus relatos. Dejó una obra extensa, compuesta por poemas y, sobre todo, relatos cortos. Temiendo haber heredado la enfermedad mental de su madre, se suicidó a los 35 años para no caer en la locura. 



sábado, 17 de septiembre de 2016

LOPE. LA NOCHE. MARTA

Cada noche abrimos o cerramos la ventana. Vivir es abrir y cerrar ventanas constantemente. Este poema es una ventana. Una ventana a los últimos días de la vida de Lope de Vega, dramaturgo y poeta aurisecular que nos ha gustado siempre por su obra y por su vida y al que apreciamos especialmente desde que leímos este poema. Fue un profesor de Literatura medieval quien nos lo hizo leer en clase. Y no se puede borrar de la memoria literaria su último verso. 
No podemos ni queremos olvidarlo porque todo el poema es un canto de amor maravilloso y su colofón resulta antológico por la sinestesia, por su intensidad y por la empatía del autor con este Lope anciano y enamorado, en un amor sosegado y casi eterno.




He abierto la ventana. Entra sin hacer ruido
(afuera deja sus constelaciones).
«Buenas noches, Noche».
Pasa las páginas de sombra
en las que todo está ya escrito.
Viene a pedirme cuentas.

«Salí al rayar el alba —digo—.
Lamía el sol las paredes leprosas.
Olía a vino, a miel, a jara»
(Deslumbrada por tanta claridad
ha entornado los ojos).
La llevan mis palabras por calles, ascuas, no lo sé:
oye la plata de las campanadas.
Ante la puerta de la iglesia
me callo, me detengo —entraría conmigo
si yo no me callase, si no me detuviera—;
yo sé bien lo que quiere la Noche;
lo de todas las noches;
si no, por qué habría venido.

Ya mi memoria no es lo que era. En la misa del alba
no dije Agnus Dei qui tollis peccata mundi,
sino que dije Marta Dei (ella es también cordero de Dios
que quita mis pecados del mundo).
La Noche no podría comprenderlo,
y qué decirle, y cómo, para que lo entendiese.

No me pregunta nada la Noche,
no me pregunta nada. Ella lo sabe todo
antes que yo lo diga, antes que yo lo sepa.
Ella ha oído esos versos
que se escupen de boca en boca, versos
de un malaleche del Andalucía
—al que otro malaleche de solar montañés
llamara «capellán del rey de bastos»—
en los que hace mofa de mí y de Marta,
amor mío, resumen de todos mis amores:
Dicho me han por una carta
que es tu cómica persona
sobre los manteles, mona
y entre las sábanas, Marta.
qué sabrá ese tahúr, ese amargado
lo que es amor.
La Noche trae entre los pliegues de su toga
un polvillo de música, como el del ala de la mariposa.
Una música hilada en la vihuela
del maestro del danzar, nuestro vecino.
En la cocina la estará escuchando Marta;
danzará, mientras barre el suelo que no ve,
manchado de ceniza, de aroma, de trigo candeal,
de jazmines, de estrellas, de papeles rompidos.
Danza y barre Marta.

Pido a la Noche que se vaya. Hasta mañana. Noche.
Déjame que descanse. Cuando amanezca regaré el jardín,
saldré después a decir misa
Deus meus, Deus meus, quare tristis est anima mea
luego volveré a casa, terminaré una epístola en tercetos,
escribiré unas hojas

de la comedia que encargaron unos representantes.
Que las cosas no marchan bien en el teatro,
y uno no puede dormirse en los laureles.

Hasta mañana, Noche.
Tengo que dar la cena a Marta,
asearla, peinarla (ella no vive ya en el mundo nuestro),
cuidar que no alborote mis papeles,
que no apuñale las paredes con mis plumas
—mis bien cortadas plumas—,
tengo que confesarla. «Padre, vivo en pecado»
(no sabe que el pecado es de los dos),
y dirá luego: «Lope, quiero morirme»
(y qué sucedería si yo muriese antes que ella).
Ego te absolvo.

Y luego, sosegada, le contaré, para dormirla,
aventuras de olas, de galeones, de arcabuces, de rumbos marinos,
de lugares vividos y soñados: de lo que fue
y que no fue y que pudo ser mi vida.

Abre tus ojos verdes, Marta, que quiero oír el mar.




Desde los 17 a los 22 años, José Hierro (1922-2002) estuvo preso en una cárcel franquista. Le acusaban de intentar proteger a presos políticos, entre otros, a su padre. No es de extrañar que su primera poesía ahondara en el desarraigo y la crisis existencial. 
Tenía la costumbre de no escribir nunca en su casa. Quizá porque pensaba que los libros buenos se escriben fuera del hogar, como escribió los primeros. Y así, siempre se le podía encontrar en los cafés y terrazas, con la mesa llena de papeles, esbozando sus poemas. 
Recibió numerosos premios y hoy los institutos y centros culturales con su nombre proliferan como la buena hierba. 


sábado, 10 de septiembre de 2016

SIN FRONTERAS

Este verano hemos viajado mucho por Europa continental. Hemos cruzado seis fronteras distintas en coche sin necesidad de parar. En casi todos los casos, sin controles, sin nadie que nos señalara el cambio de un país a otro con esa mirada entre hastiada y desconfiada de los guardias fronterizos. Y hemos imaginado un mundo así. Sin fronteras. Sin alambradas ni vigilancias suspicaces. Un mundo cuya única frontera fuera la muerte. Como este de Cristina Peri Rossi. 



Hay gente que ama las fronteras
yo amo el mar de lejano horizonte
y navegar sin banderas
sin emblemas
desde la habitación 225
del hotel La Torre
en Calella
(no decir que es de Palafrugell,
no hay fronteras).
El verdadero límite es la muerte
y viaja en barco en tren a caballo
en góndola en piedra en bomba
en cuchillo en células malignas
a mi pesar
a tu pesar.



Cristina Peri Rossi (1941) es una poeta uruguaya afincada en España desde su exilio en los años setenta. Ha cultivado todos los géneros, tuvo una relación privilegiada con Julio Cortázar y ha desarrollado un activismo político que llevó a la dictadura de Uruguay a censurar sus libros durante más de una década. Vive en Barcelona y sus libros han recibido más de una decena de premios. 





sábado, 3 de septiembre de 2016

LA BATUTA


Si hay algo que nos gusta tanto como un poema o un gato es la música. Creo que no es necesario que lo digamos mucho: la idea de unir el piano de Óscar y los poemas que más nos gustaran es un canto al arte. 
Lo que ocurre cuando la poesía, que en esencia ya es música, habla de esta, es que no podemos resistirnos a su encanto. Tampoco uno puede resistirse al encanto de la poesía de Raúl Vacas, que no solo es el autor de poemas que nos gustan mucho, sino un amigo. Cuando hablo de él no puedo cansarme de contar el primer día que lo escuché recitar un verso que decía Tu corazón es un pimiento lleno de tristeza. Ahí descubrí que la alcachofa de la metáfora de Benedetti sobre el corazón se hacía más grande, y que Raúl Vacas era un poeta experimentador, y que ya nada podría separarme de su obra, porque una de sus metáforas se me había quedado muy dentro.
Con el tiempo seguí leyendo a Raúl Vacas, y lo seguí releyendo. E invité a mis alumnos a que leyeran su poesía, a que jugaran con sus versos y a que ellos también manosearan la poesía, le dieran forma con sus manos, sus ojos y su corazón. 
Y desde entonces estamos unidos por la experimentación, los adolescentes y la poesía.
El poema de hoy habla de la música y es alegre, juguetón, tiene referencias y nos hace una buena descripción de la orquesta. ¿Alguien da más? En un tiempo en el que la creatividad, la música y la poesía dejaron de estar en la palestra, Raúl Vacas las puso en el centro de su poemario Esto y ESO y nos ayudó a volver a meterlas en la escuela.
LA BATUTA

Se alza en el aire mudo la batuta
e inicia el director el movimiento,
llora un violín con lánguido lamento
la triste melodía que ejecuta.

Un violonchelo adulto le disputa
al xilófono la gloria de un momento,
la flauta travesera toma aliento
y el arpa, allá en lo oscuro, ni se inmuta.

La sinfonía inunda los sentidos
del público que sueña, siente y calla
y afina su emoción y sus latidos.

Y la batuta rasga, ordena, estalla
cuando los músicos más atrevidos
se besan con amor brujo de Falla.







Raúl Vacas es un poeta y un trovador. Va de recital en recital con un megáfono y recita sus poemas como quien grita consignas. Es un poeta que experimenta y juega con su literatura y está comprometido en la defensa de los derechos humanos de todas las personas. Raúl Vacas da abrazos que en sí mismo son un poema. Y da cursos de literatura y abre su casa al encuentro creativo de todo tipo de personas. Raúl Vacas es una de esas personas de las que uno puede presumir ser su amigo.


sábado, 27 de agosto de 2016

SÓLO TÚ

Este libro nos lo descubrió Javier, el afinador que desde hace dieciséis años se ocupa de la salud y el buen ánimo de nuestro piano. Los versos de este autor son sencillos, claros como las palabras que buscan en lo cotidiano su sentido y su fuerza. Son prudentes y delicados, a veces encierran un mundo cuyo entramado se nos escapa. Y un poco así es Javier, también. Un mago de los mecanismos que hacen que un instrumento suene bello y preciso y no pierda nunca su propia voz, en medio de tantas otras. 



Debe de estar muy lejos el mar, o tal vez
ya no hay mar y la palabra es sólo una
argucia. Tantas palabras han perdido
su peso y su grosor, que no me atrevo a cerrar
los puños con la fuerza de antes, por miedo
a sentir todo un mundo que se desmenuza.
Debe de estar muy lejos el mar, y aquella casa
que siempre he imaginado bajo la lluvia
y la gente a la que no veo. Debe de estar muy lejos
la gente a la que nunca veo, o tal vez
han muerto y yo no lo sé y los pienso
inútilmente vivos. Deben de estar lejos
los árboles y los pájaros, el río, la espada
que corta el viento y el barro de las roderas.
y sólo tú estás próxima y te siento,
inmóvil y expectante, justo detrás
de tantas puertas que ningún pestillo cierra.




Miquel Martí i Pol (1929-2003) ríe. Ríe en casi todas las fotos que aparecen en internet nada más buscar su nombre. No sabemos qué carácter tenía, pero así de pronto diríamos que era divertido, guasón, alegre, ocurrente y que su carcajada es la de los veinte años: despreocupada y sin filtros. Poeta y traductor, fue de los escritores más populares del siglo XX en lengua catalana y su poesía (y su risa) sigue llegándonos hoy en día como si no hubiera pasado el tiempo. 


sábado, 20 de agosto de 2016

LA DE LOS OJOS ABIERTOS

La poesía de Pizarnik es peligrosa. Abres un libro suyo, lees un poema, y ya no sabes cómo despegar la vista de tanta intensidad. Muchos versos son indescifrables, necesitan contraseñas que quizá sólo los muy desesperados o los muy solitarios guardan. Y otros cobran de repente relieve en el papel y se quedan ahí solos, eclipsando al resto con el impacto que provocan. 

A nosotros nos gusta jugar con los versos que pueden significar varias cosas distintas a la vez. Y Pizarnik es una maestra en crear un enigma con cada imagen poética. Este poema, en su brevedad, puede hablar de multitud de cosas. Y hemos decidido que para nosotros hable del paso del tiempo, de la fragilidad de la vida, de un pensamiento que quizá se convierta en sonrisa y de una muerte siempre al acecho pero de la que hoy no nos apetece hablar. 



La vida juega en la plaza
con el ser que nunca fui
y aquí estoy

baila pensamiento
en la cuerda de mi sonrisa

y todos dicen que esto pasó y es

va pasando
va pasando
mi corazón

abre la ventana
vida

aquí estoy
mi vida
mi sola y aterida sangre
percute en el mundo

pero quiero saberme viva
pero no quiero hablar
de la muerte
ni de sus extrañas manos.





Alejandra Pizarnik (1936-1972) es la poeta de la soledad y del dolor que provoca el aislamiento. Su poesía refleja un sufrimiento constante, intensificado por una inteligencia fuera de lo común que lo diseccionaba en sus diarios y sus poemas. No dejó ni un momento de mirarse hacia dentro y de escarbar en esa herida que venía de su infancia y que transformó en una poesía bella y terrible, alimentada por el deseo de comunicar, de amar, de compartir, de ser amada, y la incapacidad de formar parte de nada más que de su propia vida dolorida. 
Vivió en Buenos Aires, París y breves temporadas en Nueva York. Fue admirada y premiada, aunque poco conocida. Hoy es una de las poetas latinoamericanas más importantes del siglo XX. Se suicidó a los 36 años. 


sábado, 13 de agosto de 2016

LA ÚLTIMA HAZAÑA DE GRUÑETIGRE


Mi pasión por los gatos fue rápidamente aceptada y adoptada por Óscar, especialmente cuando nos fuimos a vivir juntos y me traje a Meiga en la maleta. Desde entonces, es otra de nuestras pasiones compartidas: reírnos con las gracias gatunas de Meiga y dejar que nos tome el pelo más veces de lo que a nosotros nos gustaría cuando se esconde, corre despavorida cuando le toca cepillado, etc. A través de mi pasión por los gatos –y gracias a mi pasión por la poesía de T. S. Eliot–, llegué hace un par de Ferias del Libro de Madrid a El libro de los gatos habilidosos del viejo Possum, lo que a mí me resultó una rareza y un hallazgo felicísimo. T. S. Eliot, uno de mis poetas favoritos, y los gatos, se unían en una combinación perfecta. 



Gruñetigre era un valiente que viajaba en una barca.
No ha habido gato más fiero que paseara su estampa.
Desde Gravesend hasta Oxford provocaba tanto horror
que fue por todos llamado del Támesis el Terror.

Su educación y apariencia no pecaban de exquisitas.
Pelaje cutre, arañado; le colgaban las rodillas.
Una oreja le faltaba, el porqué no preguntéis;
y a un mundo hostil su ojo mira, imponiéndole su ley.

Hasta los de Rotherhide llega algo de su fama.
Y en Hammersmith y Putney al oír de él temblaban.
Atrancaban gallineros, encerraban a los gansos, 
cuando corría el rumor: ¡GRUÑETIGRE ANDA DE PASO!

Tiemble el tímido canario que ha escapado de su jaula;
tiembla, cursilón caniche, si te enfrentas a su rabia.
tiembla, rata de los ríos, que acechas junto a las barcas.
Y tiemblen los demás gatos que osen alzarle la zarpa.

Aún mayor era su odio a los gatos extranjeros.
Nunca les daba cuartel a los gatos no europeos.
Los persas y los siameses temblaban en su presencia,
pues fue un gato siamés quien lo dejó sin oreja.

Era una noche de estío, a sentir todo invitaba
la luna brillaba suave, la barca en Molsey flotaba,
envuelta en el aire calmo se mecía en la marea.
Gruñetigre se sentía blando bajo las estrellas.

Su colega Grambuskín largo tiempo ha que ha marchado
a remojarse las barbas en un pub del verde Hampton.
Y el compadre Tumblebrutus ha puesto por medio tierra,
de una tasca en el trasero se sienta a aguardar su presa.

En la proa del velero Gruñetigre está ahora solo,
concentrando su atención en la dama Huesorroto.
Su tripulación dormía en barriles y jergones.
Y llegaron los siameses sigilosos en sus botes.

Piensa solo Gruñetigre en la dama Huesorroto.
Arrobada está la dama por el masculino tono.
–Dispuestos a disfrutar y sin esperar sorpresas–.
Mas la luna se refleja en cien ojos de turquesa.

Cada vez más y más cerca sampanes los rodeaban,
y el enemigo no hacía ruido que lo delatara.
Los amantes el dúo último cantan, ¡ay de sus vidas!
Cubertería de trinchar el enemigo esgrimía.

Ya Gilbert da la señal a su mongólica horda;
pólvora, pistoletazos; los asiáticos abordan.
Abandonaron los juncos, barcazas y los sampanes,
cerrando las escotillas –dormían los tripulantes–.

Ya Huesorroto da un grito pues estaba harto asustada.
Siento tener que admitirlo, mas supo esfumarse rápida.
Yo pienso que escapó bien, seguro que no se ahogó.
Pero un círculo de acero sobre el héroe se cerró.

Oleadas de enemigos avanzaban sin piedad.
Gruñetigre fue obligado por el tablón a saltar.
Quien a víctimas a cientos condujera hacia el hondón
al fin de todos sus crímenes fue obligado a hacer glup glop.

¡Qué alegría hubo en Wapping cuando las nuevas llegaron!
En Maidenhead y en Henley todos bailaban sin descanso.
Se asaron ratas en Brentford e incluso en Victoria Dock.
Y hasta un día de festejos fue declarado en Bangkok.




Es cierto que el T. S. Eliot (1888-1965) de este poemario no tiene absolutamente nada que ver con el místico, intelectual, vanguardista y surrealista autor de La tierra baldía Cuatro cuartetos, pero en él se trasluce buena parte de su vena irónica y humorística con la que también lo reconocemos. De lo que no cabe ninguna duda es de que el autor, que fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1948, es uno de los mejores poetas en lengua inglesa que vio el siglo XX.

sábado, 6 de agosto de 2016

VEN EN EL VIENTO

La señora Julia (porque esta poeta es una gran señora) se sienta a la ventana y mira. Siente el viento y espera. Huele a su Andalucía en verano y anhela. Y piensa en todo lo que quiere. En todo lo que ha imaginado en los largos silencios entre poema y poema. En todo lo que vuela en las metáforas y nunca se hace realidad. Y que, en el preciso momento en el que la señora Julia se sienta a la ventana, solamente puede venir en el viento. 

Así nos imaginamos a Julia Uceda. Cerca del mar. Oliendo a azahar. Hablándole al viento. 



En el lagar pequeño de mi mano
zumo de esquilas y naranjos tengo.
La vida se derrama por mis brazos.
Ven en el viento.
Julia Uceda

En el ala sombría de mi nuca
rumor de algas y de voces dejo.
Te abrirán los caminos de mi alma.
Ven en el viento.

Largos suspiros pasan. Me sacuden.
Ya mis hojas son pájaros huyendo.
El tiempo va de huida y pisa y tala.
Ven en el viento.







Julia Uceda (1925) es una decana de la poesía española. Hay silencio en sus poemas, silencio y un continuo echar la vista atrás buscando algo perdido. Perdido porque no se llegó a saborear. O perdido porque simplemente nunca existió. También hay silencio entre cada entrega de su obra. Once poemarios en más de medio siglo, con larguísimas temporadas de silencio. Y quizá sea ese silencio lo que condensa sus versos y les da inmediatez: la voluntad de decir algo urgente y a la vez profundamente meditado, para, después, volver a su silencio. 


sábado, 30 de julio de 2016

SEGUIMOS VIVOS

Hace poco hicimos un viaje. Un viaje precioso por una tierra verde y rica que desborda cultura y naturaleza. Desconectados del mundo durante el día, nos despertábamos cada mañana con noticias de atentados, de muertos, de sangre. La misma Europa vieja y sabia se convulsionaba mientras nosotros nos dábamos la mano por sus calles llenas de gente. ¿Somos los únicos que vemos lo que tenemos delante? Este continente unido por siglos de historia, por una sensibilidad cultural y estética tan similar que hermana los pueblos de Lombardía con los de Kent en una misma fisonomía, no puede disgregarse en grupos de vecinos susceptibles y mal informados. Ni puede ceder al miedo que produce la violencia de quien no entiende que nos parecemos siempre mucho más de lo que nos diferenciamos. 

De la mano por esta Europa convulsa pensamos un poco como Elvira Sastre en este poema. Seguimos vivos, a pesar de las fronteras que intentan levantar con el miedo.
Seguimos vivos en un mundo lleno de vida. En pie. Y eso es lo que cuenta. 


El mundo se derrumba,
ya lo dijo Ilsa.

Sus límites hace tiempo que dejaron de ser unión
para convertirse en frontera,
el cielo perdió su azul
y la violencia llena ahora de gris la mirada
de quien osa mirar hacia arriba,
los golpes vienen de tantas direcciones
que el dolor ya casi no sorprende,
quienes se autoproclaman defensores del país
lo destruyen con cada palabra
-malditos aquellos que usan la palabra para engañar-.

Pero también es cierto
que millones de voces unidas
cantando lo mismo
suenan mejor que una mentira,
que una sonrisa de alguien a quien le han robado todo
vale mucho más que un billete en primera clase,
que no hay nada más poderoso
y bonito
que dos manos unidas en un terremoto.

Porque seguimos vivos,
de pie y todos juntos,
y eso les escuece.
Porque mientras ellos asesinan
surgen héroes que se atreven a plantarles cara
pese a que ellos les reciban con la mano abierta.
Pero la verdad es que tienen miedo
porque cuanto más aprietan la soga
menos manos les quedan para ahogarnos,
y llegará el día en el que se queden sin cuerda
y no tendrán quien les salve.

Que tiene más vida
el alma de quien no tiene nada
porque se lo han quitado
que el alma de quien tiene todo
porque lo ha robado.
Y al final de eso se trata,
de estar vivo.

"Porque el mundo se derrumba
pero nosotros nos enamoramos".




Elvira Sastre (1992) es una de las responsables del boom de la poesía en España y Latinoamérica en los últimos años. Siguiendo su estela, muchos poetas jóvenes (la mayoría de menos de 25 años) han publicado libros que han vendido miles de ejemplares y han acercado la creación poética a una generación que se ha adentrado en su vida adulta con una sensibilidad distinta. El amor, la injusticia social, la rebeldía como forma de buscar la propia identidad, son sus temas favoritos. Y sus poemas tienen la virtud de conectar con el lector a muchos niveles, con una cita, un verso, una imagen, como siempre han hecho los mejores cantautores, a pie de emoción. 


sábado, 23 de julio de 2016

QUÉ ALEGRÍA, VIVIR


Decir que nos apasiona Pedro Salinas no es ninguna novedad. De hecho, cuando nos conocimos, en la primera conversación que compartimos apareció su nombre, a quien nos ligamos, como a su poesía, en nuestro vivir diario. Porque cuando se trata de la poesía de Salinas, el verbo vivir se coloca en el centro y a su alrededor de van desarrollando las palabras y los versos que le dan más vida.

¡Qué amor tan grande el que sintió Pedro Salinas por Catherine Whitmore! Un amor tan enorme que entendía su propia vida a través de la de ella. Con la vida de ella, él vivía. Es difícil llegar a sentir un vínculo tan fuerte por alguien como para decir que "otro ser, fuera de mí, muy lejos, me está viviendo". Y Salinas lo decía. Usaba la poesía para declarar su amor y con ella creó un lenguaje nuevo y especial para sus lectores, que en realidad era su lectora. Ese lenguaje que a nosotros nos encanta y que compartimos con vosotros un sábado más.



Qué alegría, vivir
sintiéndose vivido.
Rendirse
a la gran certidumbre, oscuramente,
de que otro ser, fuera de mí, muy lejos,
me está viviendo.
Que cuando los espejos, los espías,
azogues, almas cortas, aseguran
que estoy aquí, yo, inmóvil,
con los ojos cerrados y los labios,
negándome al amor
de la luz, de la flor y de los nombres,
la verdad trasvisible es que camino sin mis pasos, con otros,
allá lejos, y allí
estoy besando flores, luces, hablo. 

Que hay otro ser por el que miro el mundo
porque me está queriendo con sus ojos.
Que hay otra voz con la que digo cosas
no sospechadas por mi gran silencio;
y es que también me quiere con su voz.
La vida —¡qué transporte ya!—, ignorancia
de lo que son mis actos, que ella hace,
en que ella vive, doble, suya y mía.
Y cuando ella me hable
de un cielo oscuro, de un paisaje blanco,
recordaré
estrellas que no vi, que ella miraba,
y nieve que nevaba allá en su cielo.
Con la extraña delicia de acordarse
de haber tocado lo que no toqué
sino con esas manos que no alcanzo
a coger con las mías, tan distantes.
Y todo enajenado podrá el cuerpo
descansar quieto, muerto ya. Morirse
en la alta confianza
de que este vivir mío no era sólo
mi vivir: era el nuestro. Y que me vive
otro ser por detrás de la no muerte.





Pedro Salinas (1891-1951) fue uno de los poetas más reconocidos de la Generación del 27. Al igual que todos ellos pasó por varias etapas líricas, desde la poesía pura y las vanguardias hasta su poesía del exilio. Entre medias, lo que se llama su "poesía de plenitud", alcanzada con sus maravillosos poemarios de amor La voz a ti debida, Razón de amor y Largo lamento.


sábado, 9 de julio de 2016

EXISTÍAN TUS MANOS

Las relaciones íntimas se construyen con paisajes y momentos. Una tarde en la playa, una comida en un restaurante bonito, un viaje relámpago a un sueño. Paisajes y momentos que se convierten en símbolos a los que volvemos continuamente para revivir aquello que nos hizo felices y que tejen aquello que llamamos complicidad. Nosotros somos cómplices en muchas cosas. Nos comunicamos sin hablar de formas que quizá ni siquiera seríamos capaces de definir. Formas misteriosas, como los infrasonidos de las ballenas, tan llenos de significado. Una de ellas es la poesía. Otra, las manos que se abren y se tienden. Y en este poema de Gamoneda encontramos las dos.



Existían tus manos.

Un día el mundo se quedó en silencio; 
los árboles, arriba, eran hondos y majestuosos 
y nosotros sentíamos bajo nuestra piel 
el movimiento de la tierra.

Tus manos fueron suaves en las mías 
y yo sentí la gravedad y la luz 
y que vivías en mi corazón.

Todo era verdad bajo los árboles, 
todo era verdad. Yo comprendía 
todas las cosas como se comprende 
un fruto con la boca, una luz con los ojos.






Antonio Gamoneda (1931) fue al colegio poco y mal. Su infancia estuvo marcada por la guerra civil y la ausencia de su padre. Pasó la dictadura participando en la resistencia cultural al franquismo, desde su puesto de empleado de banca, y poco a poco se labró una condición de poeta de culto, presente y citado en numerosos espacios culturales pero siempre alejado de los focos (si es que los poetas reciben focos), introspectivo y silencioso como su poesía. 



sábado, 2 de julio de 2016

LIBROS

El viernes pasado Patricia y yo participamos en una obra de teatro llamada "Sur un fil". La directora, Nahikari Yubero, reunió a un grupo de nueve personas y les convenció para escribir textos propios que respondieran a la pregunta: ¿qué dirías si, por un momento, pudieras desprenderte de tu conciencia? Los nueve se dejaron convencer y terminaron en un escenario, muchos por primera vez, para representar sus intimidades sin máscaras mientras sonaba mi piano como acompañamiento para muchos de ellos. Y aquí tenéis el texto de Patricia con mi música, un homenaje poético a los libros, a lo que significan y la felicidad que aportan. 



Las pilas de libros en casa, aumentan y disminuyen su tamaño, cada mes, como pequeños satélites que llenaran el hogar de luz. Libros que se desparraman traviesos por cada rincón y habitación. Os aseguro hasta haber visto alguno en el frigorífico. Hay libros que nacieron del deseo irremediable de conocer más a alguien, protagonista de su historia. Otros, y esto es completamente cierto, brotan como setas, las tardes frías de otoño.

Imaginad un paraíso. En el mío siempre habría libros. Eso –o algo parecido- decía Borges. De verdad, imaginadlo. Cerrad los ojos y aguzad otros sentidos. En ese paraíso el libro los atrapa absolutamente todos. Con la nariz percibo cuántas vidas ha tenido el libro, que es como decir cuánta gente lo ha leído. Con el tacto siento la calidad y el esmero del trabajo de sus editores. Con el oído escucho el hojear de sus páginas, lenta o rápidamente según sea de intenso el contenido. Y saborear un libro… ¡No! ¡Eso solo metafóricamente!

Busqué una vez el origen de esta pasión incontenible. Pensé que vendría de mí, de algún acontecimiento vivido en la infancia: la librería de mis padres, las tardes ensimismada leyendo, el préstamo voraz de libros en la biblioteca… Luego pensé en la adolescencia y adultez: algún concurso de lectura, los estudios universitarios, mi gusto por librerías y bibliotecas, el amor que llega de la mano de un librero… Repaso uno a uno cada rincón de mi biografía. Y termino por descubrir que mi pasión por los libros no nace en mí, sino en ellos.

¿Recuerdo acaso el primero de los libros que se me abrió ante los ojos? Imposible. Del todo imposible. Pero sí, fueron ellos. Uno detrás de otro me eligieron –como a tantos otros antes y después- y se colocaron en mi vida para hacérmela más fácil, para entender más cosas, para vivir más vidas y hacer más viajes.

Olas de papel, escaleras de portadas que un día vuelan y otros se mantienen firmes para dejarme escalarlas y llegar lo más alto posible, pero siempre con los pies en tierra. Revoloteo de palabras, zumbidos de ideas, retazos de recuerdos. Memorizar versos, contar historias, alimentar vidas y contener el aliento. Esconderme del mundo horrible de miseria y pena tras las hojas que todo lo curan. Eso son los libros.

¿Solo yo siento este amor por los libros? ¿Qué pasaría si un día los libros cobraran aún más vida? ¿Qué pasaría si las estrellas de vuestros ojos lograran leer más páginas por minuto? ¿Qué pasaría si al despertar, el autor de nuestro libro se hubiera quedado en blanco y nosotros sin vida por un día?



Patricia ama los libros. Vive entre ellos. Vive de ellos. En sus tardes en casa se pasea por las estanterías poniéndolos en listas de deseos, haciendo revolotear sus historias por su imaginación mientras las portadas le cuentan secretos. Con tantas atenciones los libros se sienten queridos y la buscan, se meten en sus bolsos y la acompañan al trabajo, a la compra, a la cocina e incluso al baño. Es una relación de amor correspondido. Fructífera y duradera. Y es inevitable que a veces les escriba cartas. Cartas de amor y de agradecimiento. Cartas con preguntas para intentar desvelar sus misterios. Cartas como esta que escribió sin parar, como escribe siempre, sin tachar, sin pensarse las frases, palabras y palabras que fluyeron de sus dedos, pasaron por su voz y se unieron a un piano juguetón para rendir un homenaje a los libros en un teatro del norte, en esta carta de amor.


sábado, 4 de junio de 2016

POEMA 169. EMILY DICKINSON


Caprichos de la memoria. Vivimos felices, con nuestras rutinas cómodas y las múltiples alegrías diminutas que colorean nuestros días, y sin apenas darnos cuenta, de tanto dirigir la mirada hacia adelante, se nos va olvidando todo lo que no sea este presente y sus perspectivas inmediatas. Emily Dickinson nos propone hacer un alto y mirar en la cajita de los recuerdos. Ver qué contiene. Acariciar la memoria y demorarse en ciertos detalles. Parar el tiempo durante el ratito que dure el viaje al pasado. Y observarlo todo de lejos, desde la distancia del tiempo vivido y un presente que sabe mucho más de futuro que de pasados encerrados. 


POEMA 169

Mirar en la cajita de ébano, con devoción,
cuando los años han pasado,
sacudiendo el aterciopelado polvo
que los veranos han posado.

Levantar una carta hacia la luz,
oscurecida ahora, con el tiempo;
repasar las palabras desvaídas que,
como el vino, un día nos alegraron.

Tal vez, encontrar entre sus cajoncillos
la arrugada mejilla de una flor,
recogida hace mucho, una mañana,
por una galante mano desaparecida.

Un rizo, quizás, de frentes
que nuestra constancia olvidó;
tal vez, un antiguo adorno
de una moda que ya pasó.

Y después, dejarlos reposar de nuevo,
y olvidarnos de ellos,
como si la cajita de ébano
no fuera asunto nuestro. 






Siempre que pensamos en Emily Dickinson (1830-1886) nos la imaginamos mirando por la ventana de su habitación, en su casa familiar de Amherst, Massachussetts, escribiendo tranquilamente un nuevo poema en su cabeza mientras pasa las horas observando la naturaleza. Vivió buena parte de su vida recluida en esa habitación, no se casó, no mantuvo amistades más que por correspondencia y sólo se publicaron ocho poemas suyos antes de su muerte. La naturaleza, la muerte y la trascendencia de lo cotidiano eran sus temas predilectos, y en torno a ellos escribió unos 1800 poemas enigmáticos y sencillos que la convirtieron, sin que ella llegara a enterarse, en una de las poetas norteamericanas más importantes de todos los tiempos. 


sábado, 28 de mayo de 2016

ANUNCIACIÓN

Una vida que se anuncia en una partícula milimétrica. Puede ser el brote verde que devuelve la primavera a una planta acostumbrada al invierno o la esquinita de una sonrisa indiscreta cuando todos callan y bajan los ojos serios. Nosotros hemos sentido muchas vidas que se anuncian, que laten al ritmo de dos corazones y nacen diminutas y sin embargo inmensas, más grandes que cualquier palabra que intente definirlas. Nos gusta esta vida de Olga Novo porque no necesita ningún ángel infeliz que la anuncie, y es simplemente una "armonía humilde", el milímetro necesario que brota en ella para que la vida continúe. 



ANUNCIACIÓN
                                          de un milímetro de vida

A ti no vino a anunciarte ningún ángel de pan de oro
no
ni yo tenía la hermosura febril de una virgen
ni fui atravesada por el lenguaje flamígero de un mandato divino
ni descendió sobre mí la gracia como un canon de contratenores
que podría reventarme como un cristal el alma si es que la tuviese...

No. 

Yo solo entré con mis pequeños poros en la solemnidad del amor
y agarrada a una raíz milenaria deseé
que te enroscases a los injertos del placer y crecieses
como una planta carnívora de mí.


No te anunciaron trompetas celestes
no hablaron de ti los profetas
porque su lengua habría de retroceder hasta alcanzar
el paladar la primera vocal y ahí decirte
a ti
tan extraordinariamente humana
tan grandiosamente pequeñita
que todavía ningún idioma tiene palabra de tu tamaño.

Excepto el pájaro que te vio en pleno vuelo
cuando te concebimos
y sabía que un milagro cotidiano se estaba produciendo
en los conductos entre mi óvulo y su epiglotis.

Ah y ahora
que tengo dos corazones
voy a saber por fin cómo late un campo de cultivo en primavera
cuando toas las sustancias subterráneas
ponen a funcionar a la poesía de verdad y sus ventrículos que no se ven
el sistema circulatorio de la rima interna tan profunda 
como el corazón del tubérculo ahora
que tengo dos corazones.

A ti
no vino a anunciarte ningún ángel de pan de oro
no
a ti no te anunció ningún ser inefable e infeliz
que tirita al amanecer con las alas mojadas por la lluvia del limbo.

A ti te anunció la armonía humilde de una gota de esperma
entrando en el umbral mortal de la música
uniéndose para siempre
al silencio de un rastrillo que peina el heno de lo que ya no existe
uniéndose para siempre a todo cuanto fuimos por amor a lo que éramos
porque un milímetro de vida
basta
para saber
que un milímetro de vida basta
para que continúe la vida.
A ti no vino a anunciarte
ningún ángel de pan de oro. 





"Anunciación" es un poema inédito publicado por vez primera en la antología de poesía escrita por mujeres, (Tras)lúcidas. Su autora, Olga Novo (Lugo, 1975), lleva décadas escribiendo poesía en gallego, una poesía visceral y llena de cuerpo, pero cuerpo de verdad. Sus títulos son reveladores: A teta sobre o sol (La teta sobre el sol); A cousa vermella (La cosa roja) o Los líquidos íntimos. Todos ellos recogen una poesía de temas claramente femeninos, podría decirse que "orgánicamente" femeninos. A nosotros nos ha gustado este poema por la forma hermosa y rítmica mediante la que los versos transmiten el mensaje. El mensaje de la vida sin cursilerías y exento de otros tópicos y lugares comunes que nos habrían hecho rechazarlo. Lo tomamos y lo hacemos nuestro este sábado de mayo donde la primavera no deja de parir vida a borbotones.