sábado, 10 de diciembre de 2016

UNA CAMISA COLGADA DE UNA SILLA

Estamos hechos de huecos, de pequeños vacíos. Lo notamos cuando nos reunimos con amigos que hace tiempo que no hemos visto y nos damos cuenta de cuánto los habíamos echado de menos y de cómo su presencia (y sus risas y su forma de abrazarnos y de entender el mundo) rellena un hueco que no habíamos advertido. Lo notamos cuando cantamos en un coro y una emoción desconocida nos inunda el pecho (y los ojos). Cuando recuperamos un sabor o un paisaje o una foto de nuestra infancia y el puzle caprichoso de nuestra historia se enriquece con una pieza más que no sabíamos que faltaba. Lo notamos, también, cuando leemos poemas como este: palabras que nos cubren la espalda hasta que dejamos de esperar y nos entregamos con la piel desnuda. 




Mi corazón nació desnudo
y fue envuelto en canciones de cuna.
Más tarde, ya solo, llevó
poemas por ropa.
A modo de camisa
cubrían mi espalda
los poemas que había leído.

Así viví durante medio siglo
hasta que nos encontramos y no hubo necesidad de palabras.

Por la camisa colgada en el respaldo de la silla
sé esta noche
cuántos años
de aprender de memoria
te he esperado.






A los treinta años, John Berger (1926) decidió abandonar su carrera como pintor para dedicarse a escribir, no porque dudara de su talento sino porque consideraba que era la mejor manera de posicionarse en relación a las injusticias sociales del mundo de la Guerra Fría. Ha publicado ensayos, novelas, poesía y críticas de arte en multitud de medios de comunicación y ha sabido dar voz a distintas causas, entre ellas la destrucción del mundo rural y los estragos que provoca la avaricia capitalista en el mundo occidental. 



sábado, 3 de diciembre de 2016

VARIOS SEGUNDOS AL DÍA

Llevamos dentro todas nuestras edades. Nuestra infancia cuando nos hacen cosquillas o al comer nuestro helado favorito, la adolescencia cuando nos enfadamos con los padres o nos juramos amistad eterna, juventud cuando salimos con amigos, madurez cuando somos felices con poco y superamos catástrofes con entereza, vejez cuando logramos distanciarnos de la inmediatez de las cosas y brilla en nuestras palabras un atisbo de sabiduría. Somos lo que hemos sido y parte de lo que algún día seremos. Y todo ello vive ahí, mezclado en nuestros gestos y en los poemas que compartimos. Como éste. 



Varios segundos al día
por tus ojos cruza un niño

te ríes con la insolencia 
de los diecisiete años

cuando te tumbas escucho
el crujir de tu esqueleto

esta tarea me impongo: 
estar atenta a tus edades
para vivir lo que no me permite
la lógica ley del tiempo.





Ana Pérez Cañamares (1968) ha publicado seis poemarios, un libro de aforismos y otro de relatos. El título de su último libro (De regreso a nosotros), al que pertenece nuestro poema de hoy, proviene de una frase de Saint-Exupéry que define muy bien el contenido de los poemas: "Tal vez el amor sea el proceso por el cual yo te conduzca delicadamente de regreso a ti mismo".